martes, 19 de agosto de 2014
ir a www.maronas.com.uy ir al tema anterior ir al siguiente tema Guardar PDF para imprimir Versión PDF El Caballo de Carrera La combatividad y el espíritu de competición son las características dominantes del caballo de carreras. La tenacidad es su más bella cualidad. El valor de un tal caballo está determinado por su genealogía, sus disposiciones hereditarias, porque toda su educación se base en su rapidez, rigurosamente controlada y cuidada. La mayoría de los caballos de carrera son purasangre, exclusiva y únicamente criados para batir records. Los resultados que han obtenido en la carrera, y los de sus ancestros, serán los criterios de su estimación. Las carreras son además un revelador múltiple: salud de los órganos, fuerza muscular, resistencia y sangre fría se manifiestan en ellas, igual que la resistencia física y psíquica a todas las tensiones. Una selección constante y exigente sólo deja subsistir los mejores elementos, las más sólidas virtudes transmitidas por la herencia. No existe, en efecto, mejor forma de demostrar las aptitudes de un caballo que la de hacerle correr. Ocurre a menudo que los vencedores de carreras clásicas sean caballos sin belleza. La sola belleza no basta, son ante todo los resultados los que cuentan. Muy a menudo, el caballo no revelará su sangre, su raza y su educación más que en el pleno esfuerzo y la velocidad impetuosa, y su belleza no aparecerá más que en esos momentos en que se solicita toda su energía. Ninguna debilidad en este "que adelanta la brisa", "que no siente ni el freno ni la silla", como ha dicho Víctor Hugo, sino la nobleza y el coraje del combatiente que lucha con todo el genio de que la naturaleza le ha dotado. Fuente: El Gran Libro del Caballo – H-H.Isenbart - E.M.Bührer – Editorial Blume (Barcelona,España ) 1975 Caballos Célebres Byerley Turk, es el más viejo de los tres primeros caballos que figuran en el Stud Book inglés, era un semental turco. Se cuenta que el Capitán Byerley lo había capturado durante el asedio de Viena en 1686. El lo montó durante la campaña de Irlanda, al servicio de Guillermo de Orange, y el caballo tomó el nombre de su jinete. De él procede la descendencia de Herod, que triunfó en tantas carreras hasta principios del siglo XIX. En el último cuarto del siglo XVIII, los descendientes de Herod ganaron casi la mitad de las carreras celebradas en Inglaterra. Pero sus proezas no se prolongaron. Cien años después no habían conseguido más de una veintena de victorias. La alteración de la raza provenía de una debilidad que Herod legó a su descendencia: una tendencia a sangrar por el ollar. Sus vasos sanguíneos, demasiado frágiles, no podían soportar la tensión considerable que imponen las carreras. En cuanto a Godolphin Arabian, o más correctamente Godolphin Barb, llegó a Inglaterra en 1730 tras una larga y romántica odisea. Dice la tradición que este semental fue enviado desde Tánger a la corte de Luis XV, ofrecida a éste por el sultán de Marruecoas caída
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